Article El espejo no miente

SLa goleada sufrida por la selección ante Chile duele, pero no es sino el fiel reflejo del nivel de nuestro fútbol.

Por: José Rubén Yerén @jryeren 

Han pasado ya algunos días del 3-0 con que Chile nos despachó en Valparaíso, pero las secuelas de ese chachetazo todavía se sienten. Cada gol recibido, la ocasión que falló Carrillo, el penal de Guerrero, la roja de Cruzado… las imágenes se repiten ya no en la tele sino en la mente, que es peor. De ahí tanta bronca, tanto dolor.

Y está bien que perder nos duela. Una derrota no debería despertar la misma emoción que recibir el vuelto en el supermercado. No obstante, y comprendiendo la rabia, ¿no estaremos exagerando un poco? ¿No era acaso la derrota el resultado más probable?

Que hoy el fútbol chileno está varios escalones encima del nuestro lo sabíamos hace tiempo. Nos lo confirmó el Mundial, donde La Roja puso de rodillas a España y le remeció el mentón a Brasil, en una clara demostración de lo bien que navegan los de la estrella solitaria en esas embravecidas aguas que solo algunos pocos elegidos pueden sortear.

En ese mar que vibra al compás de motores fuera de borda que es la elite del fútbol mundial nuestro bote a remo está condenado a zozobrar. El rigor del fútbol moderno exige un ritmo que por estas tierras (o aguas) no tenemos y al que, nos guste o no, tendremos que empezar a migrar.

Por eso, goleada al margen, partidos como este sirven. Para una selección como la nuestra, pequeña en el contexto internacional, jugar ante Inglaterra, Suiza o Chile ayuda a conocer qué tan competitivos somos. Ese GPS que es un partido ante selecciones top refleja nuestra ubicación y las distancias que nos separan del primer mundo futbolístico. Y los tres nos mostraron el espejo: nos falta mucho.

Los partidos ante Panamá, Irak o Qatar también ayudan, claro. Desde nuestra posición en el partidor –últimos- no estamos para menospreciar a nadie pero es claro que necesitamos espejos de cuerpo entero. Así, además, van quedando en evidencia qué futbolistas dan la talla y quiénes no.

Y aquí la pelota está en cancha de Bengoechea. Si a priori estábamos todos convencidos que la consigna en Valparaíso era evitar el papelón, el partido debió servir para evaluar alternativas, darles minutos a los jóvenes, sacar conclusiones de cara al futuro, y no para insistir con futbolistas cuyos rendimientos ya conocemos (Advíncula, Carrillo, Vargas, Fernández, Pizarro, entre otros).

Bengoechea está priorizando su futuro y no el de la selección. Eligiendo a los más fogueados por sobre los jóvenes, el exasistente de Markarián planea llegar con más crédito a la Copa América, torneo que, aunque signifique el final de su contrato con la FPF, debería ser medio y no fin. Tampoco Rusia 2018 debería ser la meta. Basta de atajos.

No hay renovación en la selección, y eso es mucho más preocupante que ser goleados por un rival que hace mucho dejó atrás los remos y al que solo le falta colgar el cartelito de “Se busca rival digno para clásico decente”.

Se dirá que si Paolo convertía el penal la historia cambiaba. Quizá. Pero falló, como lo hicieron también casi todos los nuestros. Nos suele pasar. A fin de cuentas, los aciertos y errores forman parte del juego, y, normalmente, los buenos futbolistas y los de élite se diferencian entre sí por esos detalles.

Que conste: no somos peores que antes. Perdimos con Chile y seguramente le ganaremos a Guatemala. Es lo que hay. Por eso, más que tomar la derrota de Valparaíso como una humillación, deberíamos reconocernos en el espejo, aceptar que somos últimos, y trabajar sabiendo que desde ahí abajo solo se puede avanzar. Pero sin atajos, por favor.